La campana de Santa Clara ha dejado de sonar
La campana de Santa Clara ha dejado de sonar.
Esta pequeña campana que desde hace más de cuatro siglos marcaba la liturgia de las horas, de maitines a completas, se ha quedado muda.
Imagino que este pueblo en el siglo XVI sería un pequeño lugar de cuatro casas y pocos habitantes. Aún así, posteriormente fue bendecido por Dios con otras tres órdenes religiosas.
Quizá a veces nos a hayamos preguntado qué sentido tiene que unas monjas estén recluidas tras las rejas de un convento. Ellas tienen una misión dentro de la Iglesia, detrás de aquellos muros viven en clausura su carisma: la vida contemplativa (ora et labora) rezando por todos nosotros y por la humanidad.
Durante tantos años, invisibles para el mundo, han vivido cumpliendo su misión; la oración constante en favor nuestro. Tan cercanas las hemos sentido siempre, que para muchos de nosotros su calle la conocemos con el nombre "Calle de las monjas", aunque tal calle esté dedicada a un ilustre señor.
Este convento está muy vinculado a la vida de nuestro pueblo.
Allá por los años cuarenta del siglo pasado, años difíciles de posguerra, y con un permiso de la jerarquía eclesiástica, abrieron un colegio al que acudíamos un grupo de niñas con edades comprendidas entre los 6 y los 16 años. Nos enseñaban lo que podían, bien es verdad que alguna había sido maestra de escuela. No obstante lo que más aprendimos fue a coser y a rezar.
Hoy, que se cose poco y se reza menos, yo me alegro de haber aprendido ambas cosas. Y doy gracias a Dios porque en aquellos años difíciles y en la edad en que nos estábamos formando intelectual y espiritualmente, fue una buena influencia para nuestra vida religiosa.
Por eso ahora, que por las circunstancias que sea se cierra el convento, me pregunto ¿qué va a pasar con el Monasterio? ¿Lo ocupará otra congregación?
Hoy sabemos que existen edificios y hasta ciudades declaradas Patrimonio de la Humanidad. Yo me atrevería a proclamar las Clarisas Patrimonio de Ciempozuelos.
Dios quiera que el Monasterio no se pierda por falta de uso, pues acabaría desapareciendo parte de nuestra historia. Ojalá que la pequeña campana, hoy en silencio, vuelva a sonar llamándonos a escuchar noticias de Dios.
Jesusa García